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Si alguien se propusiera hacer una ruta modernista por Barcelona a través de la obra arquitectónica de Josep Puig i Cadafalch, redescubrir esta corriente artística, tan diferente de otros artistas. Paseando por el Ensanche barcelonés, a muchos de los socios del Centro Europeo les ha fascinado que Puig i Cadafalch evolucionaba, investigaba a otros países y modificaba mucho el estilo, creando auténticas obras de arte, que se pueden admirar paseando por las calles de la ciudad.
Josep Puig i Cadafalch, además de ser un destacado arquitecto modernista, era muy reconocido por hacer valer el arte y el patrimonio cultural. Fue un experto estudioso del románico y promovió la restauración, preservación y exposición pública, como lo es el conjunto románico expuesto en el MNAC de Barcelona. Fue, también, un impulsor de la excavación y la arqueología, descubriendo las ruinas de Empúries.
Su tercer gran oficio fue la política. Segundo presidente de la Mancomunidad de Cataluña, hasta el golpe de Estado de Primo de Ribera, se exilió y, cuando volvió, se apartó de la política. El franquismo le prohibió ejercer de arquitecto nunca más, y se dedicó a la urbanización.
La primera casa que hemos contemplado ha sido Baró de Quadres (1904-1906), situada en la Avenida Diagonal con Rosselló. El Barón Manuel de Quadres quiso una reforma con aires de palacio y nobleza. La fachada lo hace evidente, con muchos personajes medievales.
La casa es una mezcla de estilos, el plateresco, el románico y el estilo gótico del norte de Europa. Una segunda fachada, en la calle Rosselló, nos ha deleitado con un modernismo completamente diferente, inspirado en el Secesionismo vienés. La Casa Baró de Quadres es ahora sede del Instituto Ramon Llull.
En el cruce de la Diagonal con las calles Rosselló y Bruc, se levanta la Casa de les Punxes (1905), ocupando una manzana entera. Imponente como un castillo, es una mezcla de estilos medieval, plateresco y gótico europeo. El sobrenombre de Punxes hace referencia a las seis torres, agujas cónicas que coronan el edificio.
Se dice que Puig y Cadafalch plasmó un castillo medieval escondido en el fondo de un retablo de Lluís Dalmau. Recuerda también, a la ciudad de Carcassona, restaurada por el arquitecto francés Eugène Viollet-le-Duc. Encima de una de las fachadas hay un panel de Sant Jordi, con la leyenda: «Santo Patrón de Cataluña, vuelva la libertad». El arquitecto quería recuperar el patrimonio catalán.
En la Rambla Cataluña, haciendo esquina con la calle Còrcega, se encuentra la Casa Serra (1903-1908), mezcla de estilos gótico, renacentista y plateresco. Su propietario, Pere Serra, murió antes de poder lucir. La casa se convirtió en col • legi de monjas y, en 1987, pasó a ser la sede central de la Diputación de Barcelona. En la parte posterior, construyeron unas oficinas, totalmente contemporáneas, un contraste de estilos que causó polémica.
Para construir la puerta de la fachada principal, Puig i Cadafalch se inspiró en la espectacular puerta de la Casa Gralla, un palacio renacentista del siglo XIV, pero derribado en el siglo XIX.
Nuestra ruta ha continuado hasta la calle Provenza, donde descansa la Casa Puig i Cadafalch, que fue su residencia. El cambio de estilo nos ha sorprendido, influenciado por el berlinés y el vienés. De la Escuela de Chicago, incorporó el color dorado, las líneas rectas, y una mínima decoración.
En la buhardilla se encontraron 250 textos archivados. El hallazgo fue una maravilla, ya que se trata de la mayoría de los documentos de estudio, diseños arquitectónicos y archivos de las excavaciones del arquitecto. Actualmente se encuentran en el Archivo Nacional de Cataluña.
Ensenada en la Isla de la Discordia de Paseo de Gracia, compartiendo belleza con la Casa Batlló y la Casa Lleó i Morera, hemos disfrutado de la Casa Ametller (1898-1900). El industrial chocolatero Antoni Ametller encargó al arquitecto una reforma modernista de la casa donde viviría con su hija.
En el desván se hizo construir el estudio de fotografía, ya que era un gran aficionado. En la tribuna y balcón de la habitación de la hija encontramos un almendro en flor, almendras, una gran A y un bonito poema, reflejo de su belleza. Dentro, una columna del caro mármol rosa.
Es de estilo gótico catalán y su acabado escalonado y triangular es influencia de las casas flamencas de Holanda.
En ese punto, sólo hemos girado 180 grados y la hemos encontrado. La Casa Casarramona (1921-1923) fue construida veinte años después de que el Almendro. Hemos exclamado con el cambio radical de la estética. Puig i Cadafalch sustituyó el recargamiento decorativo del modernismo, por una decoración más barroca.
Pertenece a la última etapa del arquitecto con un diseño más racional. Recuerda a los grandes pabellones de Montjuïc, donde Puig y Cadafalch fue el promotor del proyecto para la Exposición Internacional de 1929.
La ruta ha finalizado con la Casa Pich i Pon (1921), en un chaflán de la Plaza Cataluña. Fue un encargo del industrial y político Joan Pich i Pon. Es otro ejemplo de la etapa más barroca y de la influencia del estadounidense Louis Henry Sullivan, de la Escuela de Chicago.
Fue el primer edificio construido para alojar seis plantas de oficinas. Y, lo que es más curioso aún, la residencia principal del propietario se trasladó al piso más alto, y no en la planta baja. Destacan el portal de estilo barroco, los templetes y los jarrones, presentes también en el tejado de la casa Casarramona.
Seguro que este texto no explica tan bien como lo han hecho nuestros guías, Oleguer Biete y Albert Oliet, por eso te invitamos a venir a las salidas culturales del Centro Europeo, donde podrás disfrutar de una experiencia completa!