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Nos encontramos en el siglo XV, inicios de la procesión del Corpus. Un cortejo de escenificaciones, llamados entremeses, representaban pasajes de las Sagradas Escrituras o elementos paganos cristianizados, por los pueblos y ciudades de Cataluña. Tenían el objetivo de educar religiosamente y moral.
Las recreaciones teatrales ganaron muchos seguidores. Y, de repente, sólo importaba la parte más festiva. Los entremeses dejaron de catequizar, con el único objetivo de animar al público. Se las empezó a conocer como la Bulla o bullicio del Santísimo Sacramento.
Pocas de estas manifestaciones festivas sobrevivieron al Concilio de Trento, prohibidas por autoridades civil, eclesiástica y real. Finalmente, sólo una Bulla fue capaz de mantenerlos hasta la actualidad. Se trata de La Patum de Berga.
¿En qué consiste?
«Patum, pa-tum, pa-tum», así suena el tambor, pregonero y director de la Patum de Berga. Y ese fue el nombre del bullicio a partir del siglo XIX. Los ciudadanos de Berga se reúnen cada año de miércoles a domingo de la semana del Corpus, los cinco días que dura la Patum, en calles y plazas para seguir de cerca las diferentes comparsas.
Estas representan la batalla entre caballeros cristianos y turcos, la lucha entre el Bien y el Mal de ángeles y demonios, el ángel San Miguel y su acompañante, personajes de bestiario festivo como la Mulassa, y la coreografía por excelencia de el Águila. No hay que olvidar los Enanos tocando las castañuelas ni los Gigantes bailando al son de melodías populares.
La niña berguedana también puede disfrutar de una Patum infantil. Los Plenos, un espectáculo de pirotecnia y música aglutina todos a la Plaza San Pedro. Y los saltos, cada una de las piezas teatrales, siempre finalizan con los Tirabols, donde Gigantes, Guites y gentío celebran haber vivido un año más el milagro de la Patum de Berga.
El 25 de noviembre de 2005 la Patum de Berga fue declarada Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.