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En un ambiente ya navideño, los socios del Centro Europeo nos hemos reunido, esta vez, en el número 35 del Paseo de Gracia, en la modernista Manzana de la Discordia, dispuestos a redescubrir todos los detalles artísticos de la Casa Lleó i Morera, anclada a la esquina que cruza con la calle Consell de Cent, y como vivía una familia burguesa hace cien años. El encargado de la remodelación fue el reconocido arquitecto Lluís Domènech i Montaner, que finalizó la obra en 1905 y mantuvo sólo el esqueleto del edificio anterior, de 1864.
Animados, hemos empezado a disfrutar ya desde su exterior, con su fachada de piedra. Oleguer ha sido el profesor que nos ha acompañado, contándonos, entre otras curiosidades, que el arte modernista, es un arte que nace para diferenciarse de la época anterior, interesa la asimetría. La Casa Morera lo hace con sutileza, con el portal en el lateral izquierdo, pero lo equilibra con el balcón circular que hace que todo parezca simétrico.
Destacan también los mil y un motivos escultóricos vegetales, la morera especialmente, y los leones alados, alusiones a los apellidos de la familia. También encontramos esculturas de retratos familiares y los inventos del siglo XX – el gramófono, la bombilla, el teléfono y la cámara fotográfica.
Sin embargo, la gran sorpresa ha sido cruzar el vestíbulo, lleno de mosaicos de cerámica y mármol. De repente, como si de una máquina del tiempo se tratara, la criada Micaela nos ha recibido en las escaleras, ante un bien conservado ascensor de madera. Nos ha conducido al primer piso, el principal, donde el señor Albert Lleó i Morera, director del laboratorio de análisis del Hospital de Sant Pau, nos había citado, sólo así podíamos estar recogidos en uno de los inmensos salones. Nos ha llamado la atención su puesto burgués y tensado, mientras acompañado de una pipa, nos contaba la historia de su familia, como su madre Francesca Morera encargó la remodelación a Lluís 1902 y que, en murió, él cogió el timón.
Todo nos ha maravillado: techo, puertas, ventanales, paredes y suelo, desnudos de los muebles – expuestos en el MNAC. Un conjunto de artes aplicadas donde participaron los artesanos y artistas más reconocidos de la época: los escultores Eusebi Arnau y Antoni Juyol, los de mosaico Mario Maragliano y Lluís Brú, el decorador y ebanista Gaspar Homar, el escultor y tallador Joan Carreras , el vidriero Antoni Rigalt, el pintor y ceramista Antoni Serra y el dibujante y decorador Josep Pey. En señor León y Morera nos dice que todo, casi todo, es original.
Los grandes ventanales nos muestran el Paseo de Gracia, un lujo del que hacía gala la burguesía. Así como hace del más caro mármol rosado de la galería circular, desde donde el señor presume de la placa al mejor edificio artístico que el Ayuntamiento les otorgó el 1906. Montaner recibió este mismo premio por el Palau de la Música Catalana (1909) y por el Hospital de Sant Pau (1913).
Todos de detalles del arte modernista nos rodean, mosaicos romanos y vitrales de hojas y flores, una chimenea de madera llena de moreras, los esgrafiados de las paredes, los techos con leones y una escultura de San Jorge.
Y una historia muy emotiva. A Albert Lleó i Morera y Olinto Puiguriguer se les murió el segundo hijo cuando todavía era un bebé. Es así que el recibidor y el corredor le rinden homenaje con unos fantásticos relieves escultóricos en seis pórticos que representan el relato de un cancionero catalán, titulado La nodriza del niño rey. Nos atrapa. El rey y la reina salen de cacería y la nodriza queda cuidando al bebé, pero ella se duerme. El niño no quiere dormir, se quema con la chimenea y muere. La nodriza ruega a la Virgen que le devuelva el hijo del rey, prometiendo que le hará una corona de oro por ella y una de plata para el niño Jesús. Se produce el milagro y el niño es devuelto vivo en la cuna.
Después de que el señor nos enseñe los baños, con su cerámica y tina originales, nos deja con la criada que nos lleva a la cocina. Aparece, sin embargo, la señora de la casa, el Olint que muy elegante y distante, despacha a la criada y nos conduce a los dormitorios y rincones más íntimos del piso. La señora tiene su propio dormitorio, con mosaicos de libélulas, mariposas y ninfas, encargo personalizado a Lluís Brú. En la habitación del señor, predominan los leones alados.
La joya de la casa, sin embargo, se hace de rogar, tras el comedor y sala de estar, donde destacan los mosaicos coloridos con motivos de meriendas familiares en el campo, de Antoni Serra. La joya se observa desde el patio interior, el más espectacular y mejor guardado secreto de Lleó i Morera: la fachada posterior del edificio, la primera de toda Europa que es privada, construida con vitrales de diferentes patrones.
Todos hemos olvidado estar en 2015 y quedamos hipnotizados con el árbol de la vida que se representa, un ascenso al cielo, obra de Antoni Rigalt i Blanch. En el piso principal se trueno